20 de noviembre de 2006

Ojos que no ven, corazón que no siente (o de los usos de la ignorancia)

Tengo la desagradable sensación de estar siendo embaucado...

Hasta hace tres semanas, según las noticias de los medios de comunicación locales, parecía que El Salvador vivía la peor crisis de gobernabilidad de la posguerra, que la delincuencia había sobrepasado las capacidades del Estado, que en poco tiempo esto sería la anarquía total.

De pronto, este globo a punto de estallar –esa histeria colectiva- comenzó a desinflarse paulatinamente y la lectura actual de los periódicos o el monitoreo de los noticieros dominantes nos dan una sospechosa sensación de “bussines as usual”… Vaya tranquilizante (!?)

Paso entonces revista a los antecedentes: hace tres semanas el gobierno conformó, súbitamente y con bombo y platillo, la denominada Comisión Nacional para la Seguridad Ciudadana y la Paz Social, con la participación de múltiples y destacadas personalidades nacionales (y notables excepciones) lo que enviaba el mensaje político de que el gobierno buscaría nuevas alternativas para enfrentar la crisis de la inseguridad pública.

Esa misma semana FUSADES presentó su propuesta de seguridad. Pocos días después, varios medios de comunicación, escritos, televisivos y radiales, firmaron un convenio para adoptar pautas de autorregulación para disminuir los efectos negativos de la sobreexposición de la violencia en los diferentes medios, iniciativa que fue bien recibida por múltiples sectores como un aporte a la tranquilidad de la ciudadanía [Sobre este punto, recomiendo que lean la atinada columna de Paolo Lüers]. Bueno, era lo que hacía falta, no solo noticias tristes y negativas, había que agregar algo de optimismo.

Pero a estos antecedentes, sume usted las restricciones informativas adoptadas por la Fiscalía General de la República, la Policía Nacional Civil y más recientemente (noviembre) del Instituto de Medicina Legal, respecto a ya no dar reportes estadísticos sobre homicidios, podemos empezar a tener algunas sospechas.

Mi sospecha es ¿existe una acción concertada por la cual pretenden bajar la presión del reclamo ciudadano por la seguridad por vía de la negación de la realidad, es decir, mediante restricciones informativas? ¿reducción de la inseguridad ciudadana por vía de la ignorancia?

Estoy de acuerdo que la violencia ha recibido una centralidad excesiva en el manejo noticioso de diversos medios, pero reducir su presencia y centralidad no debería implicar una reducción de la información básica que la ciudadanía amerita para poder tomarle el pulso a la política de seguridad, que hasta ahora han sido hecho a través de las estadísticas sobre el número mensual o diario de homicidios.

El miedo, el crimen, que fueron aspectos claves en el discurso electoral de ARENA a fines del pasado gobierno y en la campaña del actual, se han convertido ahora en su Némesis, en sus principales y más visibles fracasos. No hay duda entonces que un beneficiario directo de la restricción informativa sería el gobierno, en su ánimo por recomponer su maltrecha imagen.
Las instituciones públicas y los medios de comunicación deben entender que existe un interés social por la situación de la seguridad y la ciudadanía tiene derecho a saber qué está sucediendo y saber qué hacen las instituciones de proveer seguridad. De esta manera, con información adecuada y sin restricciones, la ciudadanía puede ejercer un mejor papel cívico que el que desempeñarían, sumidos en la ignorancia.

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