24 de abril de 2007

“No se oye, padre”. Variaciones sobre asumir demencia


Por Edgardo A. Amaya Cóbar


El ejecutivo nos viene dando cada vez mayores evidencias sobre su inacabable catalogo de ocurrencias en materia político criminal, las que oportunamente aparecen al momento que la anterior se agotó, tal como sucede ahora con la Comisión Nacional de Seguridad Ciudadana y Paz Social, que agoniza de cansancio y soledad.

Vale recordar que dicha comisión surgió como as bajo la manga en el momento en que la opinión pública, la opinión publicada y el embajador de los Estados Unidos en El Salvador coincidían en que la situación de la violencia y criminalidad se había ido de las manos y que el gobierno no tenía un enfoque de intervenciones claras y coherentes frente la situación. Como lo temimos en su momento, a pesar de los loables esfuerzos de sus miembros por impulsar formas alternativas y sistemáticas de abordaje de la violencia y criminalidad, ésta rápidamente perdió espacio cuando la presión sobre el gobierno disminuyó –gracias a la iniciativa de meter los cadáveres bajo la alfombra–, es decir, su utilidad real fue convertirse en un pararrayos.

La otra jugada gubernamental fue la Ley contra el crimen organizado y delitos de realización compleja y sus súper tribunales, los cuales, a días de su instalación empezaron ha hacer aguas al darse cuenta que, gracias a la generosa amplitud de la concepción de crimen organizado, eran candidatos a conocer delitos pasionales, riñas de ebrios y otros cotidianos y frecuentes sucesos que llenarían su agenda. A lo que se debe sumar el súbito incremento de conflictos de competencias entre tribunales “ordinarios” y “especializados”, tirándose mutuamente la pelota de los casos, la cual saltaba para estallar en la Sala de lo Penal, en las manos del más animoso impulsor de esta legislación.

Este día, un matutino da cuenta del nuevo impulso gubernamental a la creación de un nuevo código procesal penal (del que ya habría un texto elaborado), el cual, dentro de sus eventuales innovaciones tendría el retiro del conocimiento jurisdiccional de los juzgados de paz en materia penal. Vayamos por partes: la legislación penal actual, luego de las múltiples y sucesivas reformas –la mayoría de ellas improvisadas y arbitrarias– vendría a ser una especie de Frankenstein, un monstruo hecho de injertos, pero la iniciativa gubernamental detrás de la excusa de “ordenar”, no oculta sus abiertas intenciones de volver permanente su agenda de endurecimiento penal, devaluación de garantías judiciales y penetrar el funcionamiento de las otras instituciones encargadas de la aplicación de la ley. Mejor Frankenstein que el Lobo Feroz.

Pero esta situación no se limita a esta suerte de cinismo oficial, sino que muestra una preocupante ligereza que parece no considerar los costos económicos y prácticos de un proceso de reforma de las dimensiones propuestas. Si se elimina el conocimiento por juzgados de paz, entonces ¿se ampliará el número de juzgados de instrucción para mantener el acceso a la justicia? ¿Cuánto costará esto? ¿Podrán los juzgados de instrucción absorber la carga que por hoy, los juzgados de paz evacuan? ¿Qué impacto tendría esto en los juzgados de sentencia? ¿Se capacitará a los operadores? ¿Por cuánto tiempo?

De todo lo que hemos dicho, lo que queda a la vista es que para el gobierno, la culpa, siempre es de los otros, nunca propia. Y se dedica a lanzar reformas legales en campos que no son de su competencia inmediata –con ánimo de manipular el poder judicial–, mientras que en las propias oculta estadísticas y no se ven acciones de modernización y desarrollo institucional, ni asume su responsabilidad por la inexistencia de una política de seguridad integral. “No se oye, padre” dirán. “Candil de la calle, oscuridad de tu casa” respondemos.

Vemos como tenemos un poder ejecutivo que manda legislar de determinada forma y que además también quiere definir la forma de juzgar, lo cual obviamente pretende devaluar el sistema de pesos y contrapesos, con el equivalente efecto en la calidad de la institucionalidad, lo cual, nos perjudica a todos.

17 de abril de 2007

Pregunta al señor ministro de Seguridad Pública y Justicia

Por Edgardo A. Amaya Cóbar

El señor ministro de Seguridad Pública y Justicia, René Figueroa –a la sazón, vicepresidente de ideología del partido en el gobierno– manifestó recientemente ante medios de comunicación, desconocer sobre la reciente estadía y actividades del exembajador de los Estados Unidos en El Salvador Robert White, quien visitó el país con ocasión de una actividad de estudio sobre el XV aniversario de los acuerdos de paz en El Salvador.

White es una figura notoria en los anales de la historia salvadoreña. Durante su estadía en el país jugó un importante papel en el traslado de información hacia su país, sobre algunos de los años más duros y brutales posteriores al golpe de Estado del 79 y la instauración de las Juntas Revolucionarias de Gobierno, años de gran violencia política que precedieron al conflicto armado. White no fue cualquier espectador, fue un testigo privilegiado, con acceso a información clave y oculta a la sociedad salvadoreña –particularmente en casos de gran trascendencia social e histórica como el magnicidio del Arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero y la participación de Roberto D’aubuisson en el suceso–, además de contar con el respaldo de uno de los países más poderosos del mundo y capacidad de incidir en la política de éste hacia El Salvador, sobre todo, en lo relativo a Derechos Humanos, en consonancia con las preocupaciones de la entonces saliente administración Carter. Pecado imperdonable para la extrema derecha salvadoreña.

Con estos antecedentes, la figura de White no pasa fácilmente desapercibida, por lo que llaman profundamente la atención la cobertura que de las declaraciones del señor ministro de Seguridad Pública y Justicia hiciera el periodico Colatino, donde se consignó: “El Director de Ideología de ARENA, René Figueroa, dijo al respecto que no sabía que el exembajador estuvo en el país (…) 'Yo donde he visto las noticias no he visto del señor White. Un cuarto de siglo es que vino al país, no sabía que todavía andaba activo'” (cursivas agregadas. “Presidente Saca descalifica declaraciones del exembajador White” Diario Colatino 30 de marzo 2007)

Creo que en la declaración citada podemos hacer dos interpretaciones. El ministro hace gala de sarcasmo y socarronería, aludiendo a la –efectivamente deficitaria– cobertura de la visita de White por los medios dominantes; o simplemente revelaría su escaso nivel de información sobre lo que sucede en el país. En ambos casos, las conclusiones serían nefastas.

En el segundo caso, me parece que no es aceptable para un ministro, sobre todo uno encargado de las cuestiones de seguridad pública y justicia, seleccionar (discriminar) las fuentes de información, lo que fortalecería sus procesos de “disonancia cognitiva” (escuchar solo lo que se quiere y conviene) y, consecuentemente, le haría tomar decisiones sesgadas y alejadas de una visión amplia de la realidad, que redundarían en acciones limitadas o equivocadas.

No obstante lo anterior, es más preocupante el primer supuesto, preocupación que se vería fortalecida por la misma noticia que citamos, la cual agrega: “White estuvo hace una semana de visita en el país donde participó en un foro sobre la realidad nacional en la Universidad Centroamericana (UCA), donde incluso se observó la presencia de personal de comunicaciones del partido ARENA, y periodistas de la Telecorporación Salvadoreña (TCS)” (“Presidente Saca descalifica declaraciones del exembajador White” Diario Colatino 30 de marzo 2007)

Más que un ejercicio de sarcasmo y socarronería –que lo es–, es una muestra de la connivencia –si es que no, integración– de los medios dominantes y los grupos de poder político y económicos representados por el gobierno de turno, en un ejercicio de desinformación que tiene como objetivo restringir las opciones de informativas de la sociedad salvadoreña en el análisis de su propia realidad.

Lo anterior constituiría un claro atentado a la construcción de una cultura democrática. Pues condiciona las herramientas de la ciudadanía para tomar decisiones fundadas sobre su futuro y sobre la forma en cómo y por quienes desea ser representada.

Entonces, señor ministro: ¿Es o se hace?

Estimados colegas...

Alguien dijo en algún lugar que uno alcanza la madurez cuando tiene capacidad de reírse de sí mismo…

Capítulo LI

"Los jurisconsultos pretenden el primer lugar entre los doctos y no hay quien esté tan satisfecho de sí como ellos, cuando, a la manera de nuevos Sísifos, ruedan su piedra sin descanso, acumulando leyes sobre leyes, con el mismo espíritu, aunque se refieran a cosas distintas, amontonando glosas sobre glosas y opiniones sobre opiniones y haciendo que parezca que su ciencia es la más difícil de todas, pues entienden que cuanto más trabajosa es una cosa más mérito tiene. Añadámosles a los dialécticos y los sofistas, gente más escandalosa que los bronces de Dodona y capaz cualquiera de ellos de competir en charlatanería con veinte comadres escogidas. Más felices serían si además de habladores no fueran pendencieros, pues lo son hasta el punto de que por un quítame allá esas pajas vienen empeñadísimamente a las manos, y, mientras están enredados en la porfía, la verdad se les escapa. Sin embargo, su amor propio les hace felices; pertrechados con tres silogismos, arremeten atropelladamente contra cualquiera y es tanta su pertinacia, que les hace invictos aunque les enfrentéis con el mismo Estentor."


Tomado de Rótterdam, Erasmo de, Elogio de la locura, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/24649418878242729976613/index.htm