Por Edgardo A. Amaya Cóbar
El señor ministro de Seguridad Pública y Justicia, René Figueroa –a la sazón, vicepresidente de ideología del partido en el gobierno– manifestó recientemente ante medios de comunicación, desconocer sobre la reciente estadía y actividades del exembajador de los Estados Unidos en El Salvador Robert White, quien visitó el país con ocasión de una actividad de estudio sobre el XV aniversario de los acuerdos de paz en El Salvador.
White es una figura notoria en los anales de la historia salvadoreña. Durante su estadía en el país jugó un importante papel en el traslado de información hacia su país, sobre algunos de los años más duros y brutales posteriores al golpe de Estado del 79 y la instauración de las Juntas Revolucionarias de Gobierno, años de gran violencia política que precedieron al conflicto armado. White no fue cualquier espectador, fue un testigo privilegiado, con acceso a información clave y oculta a la sociedad salvadoreña –particularmente en casos de gran trascendencia social e histórica como el magnicidio del Arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero y la participación de Roberto D’aubuisson en el suceso–, además de contar con el respaldo de uno de los países más poderosos del mundo y capacidad de incidir en la política de éste hacia El Salvador, sobre todo, en lo relativo a Derechos Humanos, en consonancia con las preocupaciones de la entonces saliente administración Carter. Pecado imperdonable para la extrema derecha salvadoreña.
Con estos antecedentes, la figura de White no pasa fácilmente desapercibida, por lo que llaman profundamente la atención la cobertura que de las declaraciones del señor ministro de Seguridad Pública y Justicia hiciera el periodico Colatino, donde se consignó: “El Director de Ideología de ARENA, René Figueroa, dijo al respecto que no sabía que el exembajador estuvo en el país (…) 'Yo donde he visto las noticias no he visto del señor White. Un cuarto de siglo es que vino al país, no sabía que todavía andaba activo'” (cursivas agregadas. “Presidente Saca descalifica declaraciones del exembajador White” Diario Colatino 30 de marzo 2007)
Creo que en la declaración citada podemos hacer dos interpretaciones. El ministro hace gala de sarcasmo y socarronería, aludiendo a la –efectivamente deficitaria– cobertura de la visita de White por los medios dominantes; o simplemente revelaría su escaso nivel de información sobre lo que sucede en el país. En ambos casos, las conclusiones serían nefastas.
En el segundo caso, me parece que no es aceptable para un ministro, sobre todo uno encargado de las cuestiones de seguridad pública y justicia, seleccionar (discriminar) las fuentes de información, lo que fortalecería sus procesos de “disonancia cognitiva” (escuchar solo lo que se quiere y conviene) y, consecuentemente, le haría tomar decisiones sesgadas y alejadas de una visión amplia de la realidad, que redundarían en acciones limitadas o equivocadas.
No obstante lo anterior, es más preocupante el primer supuesto, preocupación que se vería fortalecida por la misma noticia que citamos, la cual agrega: “White estuvo hace una semana de visita en el país donde participó en un foro sobre la realidad nacional en la Universidad Centroamericana (UCA), donde incluso se observó la presencia de personal de comunicaciones del partido ARENA, y periodistas de la Telecorporación Salvadoreña (TCS)” (“Presidente Saca descalifica declaraciones del exembajador White” Diario Colatino 30 de marzo 2007)
Más que un ejercicio de sarcasmo y socarronería –que lo es–, es una muestra de la connivencia –si es que no, integración– de los medios dominantes y los grupos de poder político y económicos representados por el gobierno de turno, en un ejercicio de desinformación que tiene como objetivo restringir las opciones de informativas de la sociedad salvadoreña en el análisis de su propia realidad.
Lo anterior constituiría un claro atentado a la construcción de una cultura democrática. Pues condiciona las herramientas de la ciudadanía para tomar decisiones fundadas sobre su futuro y sobre la forma en cómo y por quienes desea ser representada.
Entonces, señor ministro: ¿Es o se hace?
El señor ministro de Seguridad Pública y Justicia, René Figueroa –a la sazón, vicepresidente de ideología del partido en el gobierno– manifestó recientemente ante medios de comunicación, desconocer sobre la reciente estadía y actividades del exembajador de los Estados Unidos en El Salvador Robert White, quien visitó el país con ocasión de una actividad de estudio sobre el XV aniversario de los acuerdos de paz en El Salvador.
White es una figura notoria en los anales de la historia salvadoreña. Durante su estadía en el país jugó un importante papel en el traslado de información hacia su país, sobre algunos de los años más duros y brutales posteriores al golpe de Estado del 79 y la instauración de las Juntas Revolucionarias de Gobierno, años de gran violencia política que precedieron al conflicto armado. White no fue cualquier espectador, fue un testigo privilegiado, con acceso a información clave y oculta a la sociedad salvadoreña –particularmente en casos de gran trascendencia social e histórica como el magnicidio del Arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero y la participación de Roberto D’aubuisson en el suceso–, además de contar con el respaldo de uno de los países más poderosos del mundo y capacidad de incidir en la política de éste hacia El Salvador, sobre todo, en lo relativo a Derechos Humanos, en consonancia con las preocupaciones de la entonces saliente administración Carter. Pecado imperdonable para la extrema derecha salvadoreña.
Con estos antecedentes, la figura de White no pasa fácilmente desapercibida, por lo que llaman profundamente la atención la cobertura que de las declaraciones del señor ministro de Seguridad Pública y Justicia hiciera el periodico Colatino, donde se consignó: “El Director de Ideología de ARENA, René Figueroa, dijo al respecto que no sabía que el exembajador estuvo en el país (…) 'Yo donde he visto las noticias no he visto del señor White. Un cuarto de siglo es que vino al país, no sabía que todavía andaba activo'” (cursivas agregadas. “Presidente Saca descalifica declaraciones del exembajador White” Diario Colatino 30 de marzo 2007)
Creo que en la declaración citada podemos hacer dos interpretaciones. El ministro hace gala de sarcasmo y socarronería, aludiendo a la –efectivamente deficitaria– cobertura de la visita de White por los medios dominantes; o simplemente revelaría su escaso nivel de información sobre lo que sucede en el país. En ambos casos, las conclusiones serían nefastas.
En el segundo caso, me parece que no es aceptable para un ministro, sobre todo uno encargado de las cuestiones de seguridad pública y justicia, seleccionar (discriminar) las fuentes de información, lo que fortalecería sus procesos de “disonancia cognitiva” (escuchar solo lo que se quiere y conviene) y, consecuentemente, le haría tomar decisiones sesgadas y alejadas de una visión amplia de la realidad, que redundarían en acciones limitadas o equivocadas.
No obstante lo anterior, es más preocupante el primer supuesto, preocupación que se vería fortalecida por la misma noticia que citamos, la cual agrega: “White estuvo hace una semana de visita en el país donde participó en un foro sobre la realidad nacional en la Universidad Centroamericana (UCA), donde incluso se observó la presencia de personal de comunicaciones del partido ARENA, y periodistas de la Telecorporación Salvadoreña (TCS)” (“Presidente Saca descalifica declaraciones del exembajador White” Diario Colatino 30 de marzo 2007)
Más que un ejercicio de sarcasmo y socarronería –que lo es–, es una muestra de la connivencia –si es que no, integración– de los medios dominantes y los grupos de poder político y económicos representados por el gobierno de turno, en un ejercicio de desinformación que tiene como objetivo restringir las opciones de informativas de la sociedad salvadoreña en el análisis de su propia realidad.
Lo anterior constituiría un claro atentado a la construcción de una cultura democrática. Pues condiciona las herramientas de la ciudadanía para tomar decisiones fundadas sobre su futuro y sobre la forma en cómo y por quienes desea ser representada.
Entonces, señor ministro: ¿Es o se hace?
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