Hipótesis 4: Otra de las cuestiones relacionadas con el cambio de las reglas de la violencia son las consecuencias de las políticas de manodurismo y énfasis en las maras o pandillas.
Las pandillas no solo se volvieron más sofisticadas para evadir el control policial, sino que también, la concentración en la cárcel de sus líderes terminó fortaleciendo su capacidad de acción coordinada y de intercambio de información y experiencias. Si antes se consideraban como “outsourcing” del crimen organizado, una vez fortalecidos estuvieron en la capacidad de hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué hacer el trabajo sucio si podemos tener el negocio? Y con ella, la incursión a nuevas actividades delictivas por parte de algunos de sus miembros, el caso más notorio es el de la extorsión.
Pero la concentración de cabecillas en centros penitenciarios generó un efecto no deseado en las propias pandillas: el divisionismo y la eventual pérdida de control del liderazgo tradicional frente a uno más joven que surge en el exterior de los muros penitenciarios, más violento y desafiante, incluso, frente a los más antiguos, lo que ha generado un proceso de pugnas y purgas internas que añaden cifras al conteo mensual de homicidios.
Las extorsiones también se han convertido en foco de conflictividad: como en toda organización, el reparto o disposición de los recursos es una de las principales y más frecuentes causas de conflicto y los “ajusticiamientos” que se dan en el marco de pugnas por el control de los recursos son un aspecto particular de esta dinámica.
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