21 de octubre de 2009

Histeria colectiva y democracia

(publicada en Contrapunto el día 20 de octubre de 2009)

Edgardo A. Amaya Cóbar*

San Salvador, 19 de octubre. Durante días previos se venía acumulando tensión sobre una supuesta amenaza de grupos pandilleriles que habrían establecido un “toque de queda” en diferentes puntos del país. La amenaza había circulado por correos electrónicos en términos poco claros y algunos medios le dieron difusión, al tiempo que eran desmentidas por autoridades policiales y se señalaba que era una campaña de miedo con segundas o terceras intenciones.

Es necesario comprender de que vivimos en el país del “dicen que…” (entropía comunicativa por excelencia) para adivinar las dimensiones del impacto que dicho rumor tuvo. Muchas escuelas, oficinas y negocios cerraron anticipadamente, empresarios del transporte también finalizaron jornada con muchas horas de anticipación. Es difícil saber la magnitud total que tuvo la supuesta amenaza, lo cierto es que logró en buena medida su objetivo: intimidar y lograr fortalecer el peso simbólico de la inseguridad, llevándola a niveles cuasi apocalípticos y en estas condiciones, se da una suerte de fenómeno contradictorio por el cual, los efectos ocasionados por el rumor se convierten para algunos en la prueba de su veracidad:”era cierto porque la gente obedeció”.

El rumor cayó en el suelo fértil de la inseguridad colectiva. Más que una amenaza real y creíble, lo que fue efectivo en este caso es la carga simbólica que han alcanzado las pandillas en el imaginario social. Para remacharlo, cualquier hecho de violencia que se suscitara, sería automáticamente relacionado al supuesto “toque de queda” y con ello solo se fortalecería el peso simbólico de las pandillas y se incrementaría la inseguridad subjetiva de la colectividad.

Además de los costos económicos y humanos de la situación generada por este rumor, existen claros costos políticos: se favorece el proceso de deterioro de la imagen al que han sido sometidas las autoridades de seguridad pública. Sin embargo, la cuestión no se reduce a ese debilitamiento de imagen de x o y funcionario: se refiere a la vigencia de la institucionalidad y el apoyo al sistema.

Desde hace años, los estudios de cultura política en la región como Latinobarómetro o el Barómetro de las Américas vienen señalando el grave riesgo de que el miedo a la inseguridad termine socavando la vigencia del régimen democrático y sus instituciones y promueve la aparición de caudillos autoritarios o de prácticas claramente contrarias al estado de derecho como respuestas desesperadas contra la inseguridad, las que irían desde la reducción de derechos y libertades, militarización de la seguridad, hasta ejecuciones, linchamientos y otro tipo de comportamientos extralegales. Como bien lo ha dicho Eduardo Galeano: “Los asustados pueden ser más peligrosos que el miedo que los asusta”.

Por lo anterior, me parece que la circulación del rumor que generó este estado de paranoia e histeria colectiva es sospechosa, no solo por sus intenciones inmediatas: generar miedo y acelerar la desesperación de la gente, sino por las de largo plazo: como el favorecimiento de intereses económicos de determinadas mafias que quieren controlar territorios o sectores, o estimular la creación de un terreno fértil para la inestabilidad política o una ruptura del Estado de Derecho, en el más grave de los casos.

Otra sospecha es relativa a la autoría de la amenaza, si esta verdaderamente se originó desde alguna pandilla, un bromista o si es una maniobra pensada desde el escritorio de algún actor político. Talvez suene a conspiracy theory, pero no parece casual que esto suceda justo en el momento en que se discuten trascendentales decisiones gubernamentales en materia de seguridad y en el que el principal partido de derecha sufre una fuerte división interna que lo debilita y cuyos alcances han salpicado al partido en el gobierno. Si bien, no se deben cerrar las posibilidades, también se debe ser suspicaz sobre las mismas.

*Abogado y colaborador de Contrapunto
Blog: http://seguridadyjusticia.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Anónimo8:28 a. m.

    Creo que la autoria de los correos aludidos nunca se sabra, lo cierto es que hasta en el lugar donde trabajo, los jovenes andaban preocupados que necesitaban irse temprano para soyapango u otras ciudades, pues habian escuchado que las maras iban a "hacerse sentir", e incluso se suspendieron clases. Creo que lo anterior es producto de un discurso de miedo y satanizacion a cierto tipo de criminalidad. Un discurso al que por mucho tiempo se nos acostumbro dado el efecto electoral y politico que siempre ha sabido generar, pero que indirectamente ha generado esa constante paranoia e inseguridad, con la agravante de socavar nuestra institucionalidad. Ojala en el futuro no se caiga en ese discurso demagogico y por fin se de un tratamiento serio e integral a la delincuencia en general. Por otra parte Edgardo, quisiera saber cual es su opinion sobre el informe de seguridad ciudadana que recientemente publico el PNUD??

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  2. Me parece que hay que verlo como un buen referente en materia de análisis de situación y de enfoque discursivo: mostrar la incapacidad de la mano dura frente a complejos fenómenos sociales y los costos de estas estrategias.
    Siempre hay que tener en cuenta que es sumamente difícil estar seguro de los parametros de comparación entre países en materia de estadisticas criminales, hay diferencias abismales de calidad de fuentes, por lo que las comparaciones son muy relativas.
    Al final, la propuesta me parece buena. Es lo que hay que decir. Pero superficial y esto no es un pecado solo de este informe, sino en general de muchos estudios porque a veces, las respuestas parecen muy obvias, pero a la hora de tratar implementarlas son sumamente complejas e involucran muchas variables que muchas veces los estudios no consideran dentro de su marco analítico.

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