No hace falta esperar el fin de año para saber que El Salvador terminará con una tasa escalofriante de homicidios (probablemente arriba de 75 por cada 100 mil habitantes) La pregunta que a todos nos intriga es ¿por qué vivimos este fenómeno? ¿Por qué una tendencia hacia la estabilización recupera súbitamente un impulso ascendente? Y más personalmente ¿por qué ahora?
Creo que es un error caer en el juego de regatear muertos. Es sádico-masoquista la fijación en los números como marcador de un partido, incluso un matutino sensacionalista lleva su cuenta particular en una sección denominada el “muertometro”, quitando espacio y dedicación a una discusión seria y con los pies en la tierra sobre el fenómeno, en la que las cifras sean un elemento de discusión, entre otros igualmente importantes.
Un primer aspecto a considerar es que para discutir a fondo sobre un fenómeno, es necesario conocerlo. Tenemos datos de homicidios en circulación y en abundancia, pero no revelan las características de la fenomenología, por ejemplo, cuantos son ocasionados como consecuencia de otros delitos (robos violentos, violaciones, violencia intrafamiliar) o como acciones directas (ajustes de cuentas, venganzas, riñas), así como una clasificación de los actores violentos (cónyuges, delincuentes comunes, pandillas, crimen organizado) y de los factores de riesgo asociados (drogas, alcohol, armas)
Adicionalmente a esta clasificación de los homicidios, es necesario su mapeo para determinar zonas de mayor incidencia. Es sabido en el marco de estudios criminológicos que una alta concentración de homicidios en un territorio específico tendría que ver con patrones establecidos de violencia en los que usualmente, un pequeño número de actores violentos ocasionan un elevado número de muertes.
También la literatura especializada establece patrones cíclicos de comportamiento en el caso de homicidios, particularmente en días de la semana, del mes, épocas del año como los períodos vacacionales, e inclusive, en períodos más amplios, lo cual es importante tener en cuenta a la hora del análisis y de las intervenciones.
Con una clasificación adecuada, se implementan acciones coherentes. Algunos homicidios podrían ser evitados a partir de una mayor disuasión, como en el caso de los que se podrían derivar de la delincuencia común, pero no otros en los que existe una planificación previa y una decisión para su ejecución como en el caso de los ajustes de cuentas de delincuentes organizados y la respuesta tenga que ser la desarticulación de dichas estructuras a partir de ejercicios de inteligencia e investigación. Los crímenes más impredecibles son los ocasionados en presencia de factores de riesgo como consumo de drogas, alcohol y uso armas, pues surgen de conflictos espontáneos con desenlaces fatales, en este caso, las medidas de prevención deben pasar por la regulación de esos vectores.
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