Hoy, 24 de marzo, se conmemora un aniversario del martirio del Arzobispo de San Salvador Monseñor Oscar Arnulfo Romero, acaecido en 1980. No soy una persona adecuada para tratar el tema, hay muchas otras personas más compenetradas con el pensamiento y la prédica de Mons. Romero. Sin embargo, no podemos negar que su figura es un referente moral para muchos y muchas que deseamos ver una sociedad más justa y solidaria.
Siempre nos sorprenden las dimensiones y alcances de su ministerio pastoral, uno se tropieza con él en diferentes lugares del mundo. Una vez, en Buenos Aires, un abogado de derechos humanos me comentó que cuando era un niño, sus padres junto con otra gente escuchaban las homilias de Monseñor como parte de sus reflexiones sobre su papel como cristianos en aquellos duros tiempos de represión en Argentina.
En Bruselas, una amiga me comentó que en su universidad, celebraban misa de aniversario por la muerte de monseñor Romero y en lugar de que el sacerdote que presidía la misa diese una homilía, ésta era sustituida por una de Monseñor Romero transmitida en audio para escuchar su propia voz, independientemente de las diferencias del lenguaje.
Romero profetizó su propia resurrección en el pueblo, el cual, a 29 años de su martirio aún mantiene más vivo que nunca su testimonio y lo conmemora con devoción. (Ver reportaje de actividades del aniversario)
Una de las imágenes más conmovedoras que he visto fue una fotografía tomada en el contexto de las multitudinarias "marchas blancas" en contra de la privatización de la salud, Quienes la han visto, talvez compartan la misma emoción. En la foto, un hombre mayor, con aspecto muy humilde como el de un jornalero, está arrodillado con sus manos extendidas hacia el cielo y la cabeza inclinada frente a la estatua del martir, rezando. En medio de una marcha, de una lucha, este hombre tenía claras sus prioridades. El movimiento contra la privatización tuvo éxito gracias al apoyo popular, pero también, creo, gracias a la fe de ese humilde anciano que pidió la intercesión del martir por su pueblo, una vez más.
Monseñor Romero es pues, un personaje que forma parte de la conciencia moral del mundo, por lo tanto la impunidad de su asesinato es también un insulto a la humanidad.
Lamentablemente, la figura de Romero ha sido devaluada como un ícono político ideológico o partidario, un abuso de su imagen que ignora la complejidad de su pensamiento. En este sentido vale recordar que su meta es mucho más transcendental que una miope y mundana ideología: "Mi reino no es de este mundo", dice Jesús en el Evangelio en el pasaje de su pasión, Evangelio al que Monseñor Romero fue fiel hasta las últimas consecuencias.
Por supuesto, no se trata de abstraer al martir de su historia, pero sí liberarlo del secuestro ideológico del que es víctima: convertido en souvenir por unos, negado su ministerio por otros. Ambas distorsiones son solo producto de la ignorancia y falta de entendimiento, así como muestra de una sociedad que no se ha reconciliado consigo misma.
Solo la verdad nos hará libres.
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