30 de noviembre de 2008

Vidas truncadas. Juventud y violencia en El Salvador

Por Edgardo A. Amaya Cóbar

Tuve noticia por diferentes fuentes sobre el reciente estudio "Mapa de la violencia: Los jóvenes de América Latina", que fue publicado por la Red de Información Tecnológica Latinoamericana (RITLA) En el cual se estudia la mortalidad de los jóvenes entre los 15 y 24 años en la región, comparada con la de otras regiones del mundo. América Latina resulta la más violenta y El Salvador se lleva el primer lugar con una tasa de homicidios en jóvenes de 92 por cada 100 mil habitantes comprendidos en el sector juvenil.

Viendo el informe, me percaté que los datos utilizados son del año 2005. Presto a actualizarme, tomé los datos de homicidios del año 2007 de Medicina Legal y los resultados del Censo de Población y los resultados fueron los siguientes :


Como puede apreciarce, los datos son desalentadores. Aunque en alguna medida, decir que los datos aumentaron desde 2005 hasta hoy sería una afirmación ligera que no tomaría en cuenta que como resultado del Censo, el dato de población es menor de lo que las proyecciones demograficas estimaron. Todas la tasas construidas con dicha información hoy se encuentran en duda.

En la segunda tabla, se da cuenta de que el rango que fue objeto del estudio (19-24 años) para 2007 alcanzó una tasa de homicidios de 118 por cada 100 mil habitantes comprendidos en dicho rango, lo que colocaría al país en un lejano primer lugar respecto de otros contextos.

Observando la tabla, se puede apreciar que casi el 60% de los homicidios se concentra en el rango entre 15 y 29 años, el cual alcanzó una tasa de 134 por cada 100 mil habitantes de dichas edades.

Las autoridades insisten en atribuir dichos niveles de violencia a las pandillas, pero al preguntarles qué entienden como responsabilidad de las pandillas, el espectro es muy amplio, lo que contradice la necesidad de rigor analítico. El dato de involucramiento de las pandillas según las autoridades, por mencionar un ejemplo, incluye los casos en que la víctima pertenece una pandilla. Una especie de profecía autoejecutada. ¿Dónde se visibilizan los datos de jóvenes muertos bajo la sospecha de haber sido víctimas de grupos de exterminio o ejecuciones extrajudiciales que han sido investigados por organismos de Derechos Humanos?

Obviamente, son datos muy duros. Los estudios hablarán de las afectaciones de la violencia a la Población económicamente activa, de las pérdidas económicas por la muerte de las personas, de la correlación entre los déficit de Desarrollo Humano y los niveles de homicidios. Todo ello es válido y necesario para comprender las dimensiones del problema.

Sin embargo estos son los datos de la deseperanza. Si la frustración genera violencia, hay mucha gente frustrada ahí afuera y la frustración viene de la imposibilidad de poder realizarse y desarrollarse como persona. Del consumismo que ofrece la ilusión de felicidad materialista pero niega a la mayoría los medios para su acceso. De la violencia estructural que expulsa a la niñez y juventud del sistema educativo, que manda a muchos jóvenes -particularmente los pobres- hacia el desempleo, la economía informal, las adicciones, hacia otro país como emigrante, los absorve en sus ciclos de violencia, los lleva a la cárcel, al hospital, o como hemos visto, a la tumba como víctimas de esa violencia.

A lo que podemos sumar el hecho de ser una especie de ser sospechoso por razón de la edad. Según una reciente encuesta de IUDOP dirigida a jóvenes, la segunda fuente de violencia hacia este sector, después de la delincuencia o criminalidad, viene de la policía según lo reportó un 5% de los encuestados.

¿Qué significa ser joven en las olvidadas zonas rurales? ¿Qué significa ser joven en las populosas zonas de Soyapango, San Martín, Ilopango, Apopa?

Con este panorama, no es difícil llegar a la conclusión de que la situación de los jóvenes en la sociedad salvadoreña y su atención es un tema fundamental, por lo que, por ejemplo, resulta contradictorio que el gobierno se haya negado a adherirse la Convención de los derechos de la juventud.

Un cambio de situación no debe limitarse a una política puntual hacia la juventud, sino que debería significar una política general de desarrollo humano que tienda a la satisfacción progresiva de las necesidades de la población joven en particular, de quienes depende, más que nunca, el presente del país.

Públicado originalmente en el períodico digital Contra Punto del 01 de diciembre 2008.


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