Vivimos tiempos complicados, la violencia y el crimen son temas que atraviesan una gran cantidad de dimensiones cotidianas desde la política, la economía, las comunicaciones masivas y otros campos que afectan directamente nuestra vida.
La falta de interés en un análisis y discusión profunda y seria del problema ha sido suplida en gran medida por el manejo simplista y a veces perverso del asunto, en un esquema donde cada vez más, la información va agregando juicios de valor morales o emocionales y se distancia de la profundidad y búsqueda de todos los enfoques posibles, lo que ha llevado al asentamiento de una agenda pública influenciada por emociones más que razones, carcomida por el maniqueísmo de "buenos" y "malos", "ellos o nosotros", cuando sabemos que en la realidad, no hay blancos ni negros, solo una amplia gama de grises. No sobra decir que el uso del tema de la violencia y el crimen en la competencia electoral solo han contribuido a agravar esta situación.
No se trata de subestimar el estado emocional de la población frente al problema: éste es completamente comprensible y genuino, sino de hacer notar que la emocionalidad puede no ser la mejor manera de responder a los problemas, ya lo dicen la psicología y la sabiduría popular: no hay que tomar decisiones alterado. Una de las consecuencias de este contexto de gran emocionalidad es la proliferación de la intolerancia a la crítica y a los llamados a la sensatez.
Desde hace unas semanas hemos podido apreciar con claridad el funcionamiento de este mecanismo de ataque a posturas criticas como lo es en la campaña tácita que se ha emprendido en contra de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos y su titular, David Morales. Ataques que demuestran además de intolerancia, ignorancia sobre el papel y el rol del ombudsman, instalando estribillos y mitos falsos en su contra. El mecanismo más común es recurrir a figuras retóricas como la exageración (hipérbole) o la ridiculización del adversario o las referencias a sofismos populistas, pero no aportar un argumento serio y sustentado.
Ejemplo claro de hipérbole:
Uno de los mitos más difundidos es el de que defender los derechos humanos es defender delincuentes o estar a favor de ellos en detrimento de las víctimas. Ciertamente este es un tema que no se ha esclarecido lo suficiente para el público y la incomprensión del mismo y de su lógica jurídica genera reacciones adversas en personas legas y, lo que es peor: en abogados ignorantes o directamente mal intencionados.
De ninguna manera la PDDH ni el ombudsman defienden delincuentes -mucho menos influye en las resoluciones judiciales sobre ellos-, su labor consiste en verificar que el Estado cumpla con su trabajo en un marco de respeto de reglas aplicables a todos los ciudadanos por igual, reconocidas universalmente (derechos humanos). Si el estado incumple o infringe dichas reglas, debe haber un correctivo.
De ninguna manera la PDDH ni el ombudsman defienden delincuentes -mucho menos influye en las resoluciones judiciales sobre ellos-, su labor consiste en verificar que el Estado cumpla con su trabajo en un marco de respeto de reglas aplicables a todos los ciudadanos por igual, reconocidas universalmente (derechos humanos). Si el estado incumple o infringe dichas reglas, debe haber un correctivo.
Familares de exmilitares: "Procurador es creador de lío jurídico"— Mike Cortez (@mikecortezr) 19 de febrero de 2016
Lisandro Quintanilla, abogado defensor de los m… https://t.co/k7ni41yMwG
La PDDH no es una injerencia en la labor del Estado: fue creada por el mismo estado para su autorregulación y los derechos humanos no se los inventó el procurador, son leyes de la república aprobadas por los diputados de la Asamblea Legislativa y compromisos adquiridos por el Estado salvadoreño ante la comunidad internacional.
En esta coyuntura concreta, las denuncias de ejecuciones extrajudiciales hechas por el Procurador, han arreciado los ataques en su contra pues el contexto de la opinión pública que describíamos al inicio es favorable, de manera irreflexiva, al desborde del poder punitivo del Estado, sin considerar las graves consecuencias que ello puede acarrear. Es una involución preocupante cuando una sociedad avala que quienes deben aplicar la ley puedan violarla, después de ello puede ser muy difícil volver atrás y en la región hay demasiados ejemplos al respecto. El miedo al crimen crea "justificaciones" para devaluar el Estado de Derecho por parte de los principales interesados en su funcionamiento precario.
Por otro lado, frente a la falaz acusación del abandono de las víctimas, la PDDH y su titular han tenido una posición de exigencia de políticas de atención y protección de éstas, incluso, ha implementado iniciativas propias en esa materia.
— PDDH David Morales (@ProcuradorDDHH) 24 de abril de 2016
@ProcuradorDDHH: Lo que nos va sacar de la violencia con causas estructurales, es una política integral con acciones urgentes p/ víctimas— PDDH El Salvador (@PDDHElSalvador) 25 de abril de 2016
Por lo anterior, los ataques y críticas a la PDDH son infundadas y originadas por un clima de miedo e intolerancia que amenaza o desprecia cualquier asomo de sensatez y a la búsqueda de una institucionalidad que funcione bajo el esquema de un verdadero Estado de Derecho.
"Di la verdad aunque sea amarga. Di la verdad aún contra ti mismo."
Mahoma