Recientemente tuve el gusto de ser invitado, gracias al auspicio del Banco Mundial, a la 3ª Conferencia sobre prevención e intervención de la violencia de pandillas en la ciudad de Los Ángeles, California (12-13 de mayo de 2014), organizada por la Coalición para la Prevención de la Violencia de esa ciudad, en la que se cruzan dos elementos importantes a tener en cuenta: Los Ángeles ha sido una de las capitales de la violencia de pandillas, especialmente en la década de 1990 y, por otro lado, el Estado de California ha sido uno de los más afectados por las políticas de endurecimiento penal y encarcelamiento masivo, al punto que debe cumplir sentencias judiciales que le ordenan liberar espacio en su sistema penitenciario.
Una primera impresión que tuve del evento fue la predominancia de la comunidad latina en la conferencia, lo que denota el impacto del fenómeno en este grupo poblacional. Una buena parte de los conferencistas y practicantes eran de nacionalidades centroamericanas, especialmente de la salvadoreña, lo que también nos da cuenta de la importancia de esta temática para nuestra comunidad migrante.
No podría dar una descripción detallada de todas las temáticas que fueron abordadas (que fueron muchas, desde los más variados enfoques. Ver el programa de la Conferencia aquí) por lo que aquí me aventuro a hacer un bosquejo de mis principales impresiones y de los temas que pude atender. Agradezco los comentarios y sugerencias de Susan Cruz que mejoraron las versión original de este post.
Durante la conferencia, uno de los ponentes, dirigiéndose a los visitantes centroamericanos en la conferencia resumió así el nivel que esa ciudad ha alcanzado en la materia: “Nosotros tenemos cien años con pandillas, hemos cometido muchos errores y hemos aprendido muchas lecciones, ustedes solo tienen veinticinco, no tengan miedo ”.
Una idea central que abrió la conferencia fue: hay que ir con los políticos. Está muy bien trabajar en coaliciones, en organizaciones, con los practicantes y los investigadores, pero el abordaje central del problema es político, son los tomadores de decisiones los que marcan el destino de las políticas públicas y el liderazgo del gobierno es imprescindible, por eso hay que sensibilizarlos e influenciar sus decisiones con datos, evidencia y conocimientos de calidad.
En este sentido, de lo que pude ver y percibir, tanto Los Ángeles como la vecina San José comparten el logro de haber cambiado o generado una nueva perspectiva política sobre el fenómeno de la violencia pandilleril, desplazando las intervenciones meramente represivas, hacia uno integral e intersectorial para incluir enfoques preventivos, especialmente en las escuelas y procesos de intervención con miembros de pandillas. El enfoque incluye dimensiones individuales, familiares y comunitarias que se traducen en políticas inclusivas que pretenden dar estabilidad a la familia y a la comunidad.
En San José, por ejemplo, hay una exigencia ciudadana a los gobernantes electos para que se enfoquen en la violencia como tema prioritario de sus gestiones y las comunidades han logrado que la ciudad haya fijado un presupuesto para la reducción de la violencia, pues se entiende que son recursos para salvar vidas. En Los Ángeles, se creó el cargo de vicealcalde para conducir los proyectos relacionados con prevención de la violencia e intervenciones con pandillas, así como un fondo especial para financiar programas y proyectos orientados en ese sentido, denominado GRYD.
Un tema, desde mi punto de vista, trascendental, es el cambio generado en el comportamiento policial. Si bien reconocen que el accionar policial aún genera choques con los residentes de comunidades empobrecidas, ha habido un proceso de sensibilización y formación de la fuerza policial para mejorar sus intervenciones comunitarias. Esto, bajo el liderazgo de -¡Oh, sorpresa!- William Bratton, ícono viviente de la Cero Tolerancia Neoyorquina y quién asumió el mando de LAPD con un radical cambio de visión respecto de sus años en la costa Este. Por su puesto, para que el cambio operara, los disturbios del caso Rodney King y otros grandes escándalos de corrupción policial tuvieron que ocurrir.
Otro tema crucial, central, es la gestión del conocimiento y cómo se da la adaptación de las políticas a las comunidades y no de las comunidades a las políticas. Ha habido un enorme esfuerzo por convertir la experiencia en conocimiento sistematizado y replicable. Uno de los lugares que visité fue el Advancement Project, quienes tienen un programa denominado Urban Peace (Paz Urbana), dentro del cual, han logrado conectar a las comunidades de práctica (gente de campo) con las comunidades de conocimiento (investigadores, académicos) y producir una curricula de formación especializada para las personas que abordan la problemática de violencia de pandillas (trabajadores sociales, promotores o mediadores), incluyendo a los elementos de la Policía, con quienes han diseñado una modalidad denominada “Targeted supression” (supresión selectiva) la cual consiste en que el accionar de la policía en la aplicación de la ley debe orientarse exclusivamente a los directamente involucrados o sospechosos de acciones delictivas, evitando capturas masivas u operativos que alteran a la comunidad y la estigmatizan.
No obstante lo anterior, la ciudad aún vive con la inercia del modelo de control de pandillas basado en la justicia penal, del cual se derivan las denominadas “gang injuctions” (interdicción de pandillas), las cuales son órdenes judiciales impuestas a pandilleros en determinadas zonas de la ciudad por las cuales se les prohíbe reunirse en el espacio publico, lo que en caso de desobediencia, habilita a la intervención policial. El resultado de esta iniciativa ha sido la estigmatización de las zonas donde se aplica, abusos en material de derechos humanos y como efecto no deseado, la respuesta adaptativa de los pandilleros ha sido concentrar sus actividades delictivas en el espacio privado, donde es menos detectable.
Un aspecto interesante, que forma parte de los procesos de formación de capacidades que he mencionado arriba, es la existencia de los denominados “Gang Intervention Workers” (Trabajadores de intervenciones en pandillas). Ellos son miembros de la comunidad, muchos de ellos, estuvieron relacionados con pandillas en su momento pero, en la actualidad, funcionan como mediadores de conflictos entre pandillas para reducir el riesgo de violencia o para contener cadenas de venganzas, no obstante, para poder mantener su nivel de confianza, no colaboran en las investigaciones policiales dando información, pero sí ayudan a la policía a adecuar su intervención en determinadas situaciones.
En San José, la ciudad ha contratado a ex presidiarios como enlaces comunitarios y promotores de los procesos de prevención y de intervenciones con pandilleros y permite que la comunidad tenga opinión sobre las personas con las que desea trabajar.
En materia de prevención y de intervenciones, Los Ángeles, han desarrollado un importante cuerpo de conocimiento orientado a la creación de estándares que permitan establecer evidencia sobre los resultados de las diversas iniciativas en esas materias y su efectividad, para que dichos logros justifiquen el apoyo político y presupuestario a esas iniciativas. (Ojo, hay toda una discusión epistemológica sobre el conocimiento basado en evidencia, por lo que recomiendo tomar con pinzas este aspecto ver: Edwars y Hudges 2009, p. 28; Selmini 2009, p. 44) En la actualidad, por disposición del gobierno de la ciudad, los programas que apliquen a fondos públicos para proyectos, deben cumplir con dichos estándares.
Si pudiera mencionar otros aspectos más o menos constantes, señalaría: un abordaje personalizado desde la salud mental, tanto los procesos de prevención como los de intervención incluyen un área de terapia para sus beneficiarios. En una de las sesiones, uno de los conferenciantes, Pascual Torres (quién había sido pandillero activo y ahora un importante gestor de iniciativas de intervención) enfatizó que en el origen del por qué los jóvenes ingresan a la pandilla se encuentra un trauma y si ello no es tratado, no habrá manera de cambiar la vida de esas personas.
En este contexto es donde escuche este lema: habla con el pandillero, no con la pandilla. Las intervenciones deben orientarse a los intereses de la persona y no a los intereses corporativos de la pandilla. A pesar de que en nuestro medio, se propone la exigencia a los pandilleros que deseen ser beneficiarios de una oportunidad de inserción social de que abandonen o renuncien a la pandilla, en Los Ángeles, esto ya no se exige. Se acepta que la pertenencia a pandilla es parte de su identidad, pero sí se entiende que se abandona la violencia y la actividad criminal, pasa a ser “calmado”. Para esto, el abordaje terapéutico es fundamental.
Un segundo aspecto constante en el campo de las intervenciones sobre pandillas es el componente educativo-formativo. La mayoría de las experiencias incluyen un proceso de nivelación educativa para sus beneficiarios y entrenamiento para la empleabilidad, así como apoyo para la gestión de empleo. Con esto se reconoce que tanto la educación como el empleo son los canales que nos conectan con una vida “normal”.
Parte de mi itinerario en la ciudad incluyó una visita a una de las sedes de la organización Homeboy Industries, una destacada y admirable organización que genera procesos de inserción social para pandilleros que desean abandonar la violencia y las actividades delictivas, fundada por el sacerdote jesuita Greg Boyle. Su lema: "Nada detiene una bala mejor que un empleo".
Esta organización incorpora los elementos que ya he mencionado arriba, además de contar con una importante área de autosostenibilidad basada en pequeñas industrias y empresas de servicios que sirven de espacio de entrenamiento laboral y empleo temporal para las personas que ingresan al programa. De hecho, comimos en un par de ocasiones en la cafetería (Homegirl Café) que la organización tiene abierta al público y donde comercializa los productos de una panadería industrial y otros productos como ropa. Uno de los asistentes a esas visitas se llevó una grata sorpresa al encontrarse, en el Aeropuerto de Los Ángeles, un local de Homeboy Industries abierto al público.
Si bien, soy consciente de las distancias comparativas entre las diferentes realidades -nuestro problema de pandillas es quizás más grave y complejo-, creo que algunas ideas básicas son comunes y dignas de ser contrastadas con una perspectiva aterrizada a este lado del continente y que de alguna manera forman ya parte del debate con otros lenguajes y términos. Sin duda, un proceso de mayores intercambios entre los contextos podría ser muy útil, para trascender el esquema dominante del problema de las pandillas entre Estados Unidos y Centroamérica.