8 de mayo de 2016

Cárceles e hipocresía

Uno entiende que la gente que no ha visitado una cárcel pueda decir cosas a la ligera como que éstas son equiparables a hoteles. También uno entiende la ingenuidad de esperar que se puede someter a la obediencia automática y mecánica a las personas que ahí son ingresadas ¡Precisamente por eso están ahí: porque decidieron no obedecer la ley! De igual manera pretenden que los centros penitenciarios funcionen como monasterios cuando las personas internas no son un manojo de virtudes.

Repito, uno lo entiende de gente poco informada pero no de gente que vive en ambientes como la política donde el tráfico de información es cotidiano pero donde se lanza cualquier cantidad de ocurrencias y medias verdades para sorprender a incautos sobre lo que sucede en las cárceles, especialmente ahora que con el revuelo judicial del caso "la tregua" y sus nuevas revelaciones es la lepra de la que todos huyen, aún y cuando, al parecer, nadie está libre de pecado.

No pretendo defender ni justificar nada, solo me gustaría que los políticos no ofendan la inteligencia de la gente y que esta tenga parámetros más realistas para medir las cosas.

Lo primero que debería quedar claro es que la cárcel es un mal necesario mientras la sociedad no logre adaptar otro tipo de sanciones. Es falso que sea la única solución, lo cierto es que culturalmente estamos muy lejos de aceptar otras, por ejemplo, en la justicia indígena, ante un homicidio, se condenaba al homicida a trabajar para mantener a la familia del fallecido, además de la propia. En la justicia como la conocemos, dos familias se quedan fuera de la sentencia y, probablemente, sin sustento. No espero que nos volquemos a la justicia indígena, solo demuestro que culturalmente entendemos las cosas de otro modo.

No hay cárceles buenas. Solo hay cárceles menos malas. Sin duda, las más hacinadas son las que presentan mayores problemas, pero incluso los sistemas penitenciarios más holgados los tienen. Cuando aquí se critica como incapacidad de las instituciones el no poder frenar el tráfico de ilícitos al interior de las cárceles, se hace colocando un estándar que ni países con mayor desarrollo institucional y recursos han logrado cumplir. Por ejemplo, recientemente la BBC de Londres reveló el uso de drones por redes de contrabando para introducir mercancía a los recintos penitenciarios, otro caso es el de Holanda, un país que está cerrando cárceles debido a la falta de privados de libertad, sin embargo, sigue teniendo problemas con la circulación de teléfonos inteligentes al interior de sus cárceles y la existencia de perfiles y páginas de los prisioneros donde difunden su estilo de vida. ¿Por qué pasa esto? porque básicamente, la corrupción es capaz de permear cualquier institución.

¿Mal de muchos, consuelo de tontos? Tonto sería no reconocer que estamos frente a un problema estructural del diseño de la privación de libertad y las instituciones que la gestionan, pero estamos encerrados en un esquema donde parece que es imposible no pensar en otra solución diferente a la cárcel o peor aún, la pena de muerte.